domingo, 17 de febrero de 2013

Hacia el logro de una Salud Integral

Hacia el logro de una Salud Integral

                                                                                         

Marco Referencial


La Salud Pública, entendida como el logro de un nivel de salud tanto física como psíquica y como las diferentes modificaciones que sufre dicho nivel, es el resultado del entrecruzamiento de varios determinantes que provienen de los campos: cultural, social, económico, psicológico y biológico.

Las influencias de cada uno de estos campos en la sobredeterminación de los demás, hoy día están claramente reconocidas, por lo que podemos afirmar que dichas influencias actúan entre sí de  manera imposible de diferenciar.

Esta afirmación se puede demostrar mencionando algunos ejemplos: el virus V.I.H. del S.I.D.A. nos ha ayudado a comprender las interacciones humano-animales en la génesis de enfermedades; la antropología física aporta datos que ayudan a los epidemiólogos; el zeigeist de fin de siglo con sus consecuencias en la Salud Mental ha renovado el interés por ciertas categorías de la Psicología como el narcisismo, la fetichización y otras. (1)

También hemos comprendido que las contribuciones de las ciencias políticas y sociales, resultan ser fundamentales en la generación de políticas públicas de Salud.
Sin embargo en la Argentina nos seguimos  enfrentando con serias dificultades para comprender este análisis integral de los conceptos salud/enfermedad. Estas dificultades son varias pero quisiera centrarme principalmente en dos ya que las considero decisivas en la génesis del abordaje tanto profesional como político de los problemas en esta área.
        La primera resulta del error en la configurarción del objeto de estudio:
La persona es analizada en forma segregada de su contenido socio-histórico y con un fuerte predominio biologista. Lo cultural en el mejor de los casos, es considerado como una variable contextual y no estructural.
La medicalización y la patologización de los fenómenos sociales resultan ser una consecuencia  lógica de esta perspectiva.
        La segunda se basa en el predominio de los enfoques conductistas y funcionalistas en los abordajes interdisciplinarios:
        El paradigma de las ciencias de la conducta genera políticas sanitarias normativas y/o la tendencia a reparar el daño en el plano estrictamente individual sin tener en cuenta las características heterogéneas de los diferentes actores sociales.
        Seguimos desconociendo el protagonismo de la comunidad, tanto en la generación de  patologías, como en la resolución de las mismas. (2)
        Numerosos estudios han demostrado que la falta de compromiso o contención  social frente a ciertas enfermedades, genera y profundiza actitudes pasivas ante el sufrimiento.
Esto tendrá claros efectos negativos sobre el sistema inmunológico provocando el descenso del recuento de las células C D 4 (linfocitos) encargadas de las defensas de la psiconeuroinmunología del organismo. (3)
        Debemos entender a la Salud como una construcción cultural indicadora y producto de la dinámica comunitaria. Tenemos que identificar las necesidades y los problemas de forma compartida y aceptar que la resolución de las/os mismas/os se basa en un abordaje de los determinantes institucionales, familiares, subjetivos y sus diferentes articulaciones.
        Las interrelaciones entre lo histórico, las raíces culturales y lo emergente, deben ser incluidas en nuestros criterios de salud como de enfermedad.
        Respecto de la Salud Mental, por ejemplo, deberíamos trabajar con un marco teórico-referencial que contemple “estrategias psicológicas tendientes al afianzamiento de un verdadero ejercicio de la libertad”, según afirmara muy acertadamente Enrique Pichón-Rivière, para lo cual se deben enfrentar las causas sociales y culturales del enfermar, así como también se deberán buscar las soluciones con la participación de la comunidad.
Esta concepción se enfrenta con aquella que propone una solución técnico-científica  pura y aséptica a las problemáticas culturales y sociales de la población.
Personalmente comparto la definición que Mirta Videla nos propone en su libro “Intervención Psicológica en Salud Comunitaria”, para quien  la Salud es un derecho social básico y universal y su apropiación es un camino hacia la mayor libertad del ser humano”
Si concebimos a la Salud en estos términos, las y los profesionales de la Salud Mental más que ningunos, debemos plantearnos si trabajamos para la “buena adaptación” o si somos “agentes del cambio individual y social”. Si elegimos esto último es porque cuestionamos las prácticas profesionales basadas en un modelo psicológico- hegemónico y  “etiquetador”de patologías, eficaz para tranquilizar y calmar la angustia que genera el sabernos todos incluídos en la génesis de muchas de ellas.
Dicho modelo está basado en el modelo médico- hegemónico, compartiendo su ahistoricidad-asocialidad-individualismo-eficiencia pragmática, negando los determinantes culturales que interjuegan sobre las personas.
Esta suerte de “cientificismo” puede terminar encubriendo las instancias de violencia y poder arbitrario que modelan las relaciones humanas, por ejemplo las que se establecen entre los sexos.
Freud habla en sus últimos trabajos de la verdad como verdad histórica, como verdad que funda y se produce en el seno de la historia.
Los profesionales de la Salud Mental deberíamos tener más presente dicha afirmación y pensar a las personas como atavesadas por la cultura, la historia, las circunstacias, las que a su vez podrán ser transformadas dialécticamente.
El tiempo que estamos viviendo es un tiempo de reflexión, de deconstrucción, de cuestionamiento, pero también lo es de construcción y  producción de nuevas teorizaciones.
Este tiempo nos demanda “develar lo que la ilusión encubre”, ya que a partir de ella se construye un poder asimétrico y jerarquizado, por lo que tenemos que renunciar al poder arbitrario que se ejerce desde la apropiación de saberes, disminuyendo así los riesgos de caer en pretensiones absolutistas y doctrinarias. De lo que se trata es de distinguir y separar el discurso del poder del discurso médico o psicológico. Nuestro compromiso ético debería ser el de no seguir privilegiando únicamente la realidad psíquica (o biológica ), minimizando la realidad exterior.
La pretensión de investigar o de aportar teorizaciones de forma excluyente del contexto, significa negar a los otros y reafirmarnos desde el narcisismo y su soberbia que sólo pueden conducirnos a la muerte, simbólica o real. La subjetividad se construye tanto desde lo individual como desde lo social.

 

La Mujer en los Programas de Salud


Aún hoy día, en el ámbito de la familia es donde se desarrolla tanto la reproducción biológica como social de la mayoría de las mujeres. Junto con los niños y los ancianos son consideradas/os como los grupos de mayor riesgo de padecer enfermedades.
Para poder identificar  si la mujer es tratada como objeto o sujeto de salud resulta necesario recordar la definición de Género que realiza Marcela Lagarde, “el género se refiere al conjunto de determinaciones culturales, económicas, políticas y psicológicas, que construyen los roles o estereotipos de acuerdo al sexo biológico.Los géneros son productos históricos de la relación entre biología, psiquismo, sociedad y cultura, y son los procesos históricos los que conducen a la homogeneidad y a la diversidad”.
A partir de esta definición podemos afirmar entoces, que la construcción de Género se centra en lo que conocemos como Atención Primaria de la Salud (A.P.S.) ya que éste es el  ámbito en el que los especialistas se han interesado en las mujeres en tanto unidad de análisis.
 Según la Organización Mundial de la Salud (1978), “ la A. P. S. implica: educación relacionada con los principales problemas de la salud y con los métodos para prevenirlos y controlarlos; alimentación adecuada; agua potable y condiciones básicas de higiene o saneamiento; atención de la salud materno-infantil que incluya la planificación familiar; campañas de control e inmunización de las principales enfermedades infecciosas y endémicas locales; tratamiento de las enfermedades comunes; y suministro de medicamentos esenciales”.
Debemos resaltar que en casi todos los programas de A. P. S.,  las mujeres como grupo social son el principal centro de atención ya que de acuerdo al orden patriarcal vigente son ellas las depositarias principales de la salud de toda la familia.
Como consecuencia de esta realidad  nos encontramos con que las mujeres, en tanto sujetos de atención, son las últimas en acudir a los servicios de Salud, ya que primero están los hijos, luego  los compañeros o esposos, los ancianos de la familia y finalmente ellas.
Como bien señala Franca Basaglia, “las mujeres somos seres y cuerpos para otros y sustento de otros”. Nos hacen y constituyen en mujeres en tanto los otros.
Por lo tanto, no resulta aventurado afirmar que en lo que se refiere al tema de la Salud, la subordinación de la mujer la coloca en un lugar ciertamente riesgoso.
Aún cuando en muchos Programas de Salud se consideran perspectivas sociodemográficas y biomédicas, la mujer sólo aparece como parte del binomio madre-hijo. La salud de las mismas se contempla principalmente en tanto estén embarazadas o lactando.
Por ejemplo, en dichos Programas podemos encontrarnos con la asociación obligada y casi compulsiva entre amamantar y amar, al punto que se los convierte en sinónimos. Pareciera ser que sólo puede transmitirse el amor maternal a través de la leche materna, como si el amor fuera una cualidad de la leche, condición de la que carecerían la  de vaca o la de polvo. La madre es así convertida en una especie de “vaca amorosa” (M. Lagarde).
 En tanto la asociación de que se es mujer en tanto se es madre y la maternidad sea concebida en términos patriarcales, todas las actividades, trabajos, sustento afectivo y aporte de energía, seguirán siendo responsabilidad casi exclusiva de las mujeres, asociadas fatalmente al orden de lo “natural”.
Para comenzar a resolver la omisión de las mujeres como sujetos sociales dentro de los Programas de Salud, tendremos que trabajar con nuevas teorizaciones y conceptos más integradores y abarcativos que permitan superar esta concepción dominante y restrictiva de su condición.
Por lo tanto, resulta imprescindible que dentro de la investigación en Salud se incluya la categoría del Género, desarticulando la categoría de “lo natural”y ahistórico, características del esencialismo que todavía impregnan el accionar  médico y psicológico funcionales al orden patriarcal.


La Salud Mental de las Mujeres


Es necesario que abordemos este campo de la Salud a partir de los conceptos previamente desarrollados en el Marco Referencial para poder visibilizar algo determinante como es la Discriminación de Género, ya que resulta ser el principal factor del enfermar de las mujeres.
Las mujeres de nuestra cultura, se encuentran fuertemente limitadas en la elaboración del conflicto que genera la hostilidad resultante de la discriminación (injusticia).
Los datos con los que contamos en la Argentina acerca de la Salud Mental femenina están desactualizados y son insuficientes.
 Por ejemplo, hechos muy fuertes que marcan nuestra realidad como es el mayor grado de dependencia de drogas legales entre las mujeres y otro tipo de problemáticas específicas al Género, se encuentran ausentes o con un marcado sub-registro.
Distintos estudios epidemiológicos reflejan que los casos de depresión se dan en una relación de un hombre cada diez mujeres y por cada varón que consume psicofármacos, lo hacen dos mujeres.  
Muchos de los actuales criterios diagnósticos no pueden dar respuestas acertadas para la elaboración de un abordaje psicoterapéutico eficáz en el proceso hacia la cura, ya que surgen de un modelo psicopatológico tradicional cuyos principios son fuertemente biologistas, asociales, ahistóricos y ‘esencialistas’.
En los E.E. U.U. existe un manual en el que se describen  diferentes enfermedades  psíquicas avaladas estadísticamente, conocido como DSM IV para Trastornos Psiquiátricos (cuarta edición) . Este manual es utilizado en la Argentina,  particularmente en el ámbito forense y aún cuando cumple con los requerimientos internacionales para la elaboración de diagnósticos, no se incluye la perspectiva de Género como dato fundamental  a tener en cuenta. Esto, además de representar otra forma más de penetración ideológica, como bien afirma Jeanne Marecek, no puede explicarnos las especificidades de las mujeres en sus modos de enfermar.
Al ignorar la categoría del Género en la elaboración de un diagnóstico, se está negando a las mujeres como grupo social que es objeto de diferentes formas de discriminación,  por lo que las situaciones de conflicto conocidas como “crisis” son abordadas desde la óptica de su “desaparición”.
Las estrategias tanto psicológicas como médicas apuntarán entonces a lograr la “adaptación” y/o “la armonización” y no se visualizará el aprovechamiento de dichas crisis para una posible “transformación” vital.
A pesar de los cambios vividos en el campo de la Salud Mental, se siguen aplicando prácticas iatrogénicas basadas en teorizaciones impregnadas por ideologías que plantean un presunto “masoquismo constitucional femenino” por lo que sería “natural a las mujeres” aceptar situaciones de inferiorización y de sufrimiento.
La Organización Panamericana de la Salud del año 1984 en su documento titulado “La Mujer, la Salud y el Desarrollo en las Américas”, afirma que es necesario investigar sobre el efecto que tienen en la salud de las mujeres “las prácticas tradicionales y los valores sociales”.
También concluyó que “la circunstancia  social  más evidente que afecta la salud de las mujeres es su condición en la sociedad” y así como en el siglo pasado la enfermedad más visualizada era la histeria, actualmente se destacan los cuadros depresivos, los trastornos de la alimentación expresados en la bulimia y la anorexia, las adicciones a psicofármacos y las enfermedades psicosomáticas con diferentes niveles de gravedad. 
Un  modelo superador, integral y conciente de la discriminación de Género, trabajará desde el enfrentamiento de los conflictos e interpretará a los momentos de crisis como situaciones potencialmente superadoras de las limitaciones que afectan  la salud de las mujeres.
Para esto es necesario decir, que en lo que se refiere a la subjetividad femenina, será impostergable comenzar a analizar las relaciones de poder entre los géneros y sus efectos sobre la Salud.
Si nos seguimos manejando con el primero de los modelos descriptos,  no alcanzaremos a dar respuesta al malestar físico, psicológico y emocional de gran cantidad de la población femenina, ya que ésta tiene modos específicos de expresar sus conflictos.
Es imprescindible realizar una capacitación en cuestiones de Género al personal de la Salud, como así también, conformar una base de datos con una mirada nueva y crítica sobre el enfermar de las mujeres.
En este abordaje, estamos incluyendo a sectores sociales y comunitarios,  generando ámbitos multidisciplinarios y aceptando así  que la comunidad como tal puede ser la responsable del enfermar de sus integrantes y  por lo tanto también es el factor decisivo de su curación.
Otra de las conclusiones que podemos inferir es que resulta necesario apostar a una renovación de las representaciones sociales de las mujeres, dadas sus enormes posibilidades de influir y promover un cambio de actitudes en la sociedad.
Nuestras representantes políticas, con o sin Ley de Cupo mediante, deberían ser las primeras en asumir este compromiso.
Sin dudas que trabajar para el cambio implica experimentar sufrimientos pero también vivir grandes satisfacciones. También implica tener el coraje suficiente para enfrentar la ambivalencia y el riesgo de asumirnos como seres auténticamente libres.
Quisiera concluir este trabajo recordando algunas reflexiones de una mujer y  colega que asumió ese riesgo como es Liliana Mizrahi, autora de un libro magnífico titulado “La mujer transgresora. Acerca del cambio y la ambivalencia” del Grupo Editor Latinoamericano-Bs. As.1987


Es mi pequeño homenaje a las mujeres que se “atreven

“La mujer ancestral está detenida en el tiempo. Su identidad ha quedado cristalizada. Es alguien que está ya definida, destinada, condenada desde antes de nacer. No necesita forjar su ser, sino ratificarlo. Intenta desarrollarse en un molde gestado previamente.
La mujer transgresora es el resultado de la ancestral en crisis.Se ha arrancado la mordaza y denuncia lo que la ancestral no se atreve a decir. La transgresora denuncia, la ancestral encubre.La transgresora pone en crisis valores consagrados que la ayudan a vivir, la ancestral suscribe pactos parversos al servicio de que todo siga como está.
 La ancestral teme, vive con miedo, se detiene. La transgresora se atreve y avanza. La ancestral es una mujer que ya es. La transgresora es una mujer que trata de ser.
 Tratar de ser es una forma de ser, que incluye el devenir como parte integradora de nuestro crecimiento”.

Liliana Mizrahi

Buenos Aires – Agosto 1998

Bibliografía consultada:

(1 y 2): Biagini, Escudero, Gastrón, Vujosevich. Revista Salud: Problemas y Debate. Año VI. Nro. 10.   (3):   Goodkin, Karl: “Enfoque psiconeuroinmunológico de la infección por VIH/ SIDA” en PSIDA – Paidós- Bs.As.

Aulagnier, Piera: “La violencia de la interpretación”- Amorrortu – Bs. As. 1977.


Barbieri, Teresita de: “Mujeres y Vida Cotidiana”- S.E.P. – México. 1980.

Basaglia, Franca: “Mujer, locura y sociedad”- Puebla. 1985.

Burín, Mabel : “El malestar de la mujeres. La tranquilidad  recetada” - Paidós - Bs.As.  “Género, Psicoanálisis y Subjetividad”- Paidós – Bs. As.1996. “Salud Mental”en Publicación del Foro Permanente por los Derechos de las Mujeres – Unicef. 1997.

 Fernández, A.M. y Giberti, E.: “La mujer y la violencia invisible”- Ed.   Sudamericana -    Bs. As. 1981.

Goodkin, Karl: “Enfoque psiconeuroinmunológico de la infección por VIH/ SIDA” PSIDA – Paidós- Bs.As.                                                                                            

 Lagarde, Marcela: “Identidad femenina”- OMNIA – México- Año 6 No. 20.  1990- “Cautiverios de las mujeres madresposas, monjas, putas, presas y                                               locas”- México –Fac. de Filosofía y Letras – UNAM. 1990.

Ortner, Sherry: “¿Es la mujer con respecto al hombre lo que la naturaleza    con respecto a la cultura?”- En Harris y Young.1989.

Pérez-Gil,Sara: “ La mujer: ¿objeto o sujeto en los Programas de Salud ?”-Revista: Salud, Problema y Debate. Año IV No. 8 – Ateneo de Estudios   
 Sanitarios y Sociales – Bs.As. 1992-93.

Ravazzola, Cristina: “Un análisis con perspectiva de Género de la Salud Mental en La Argentina”en Mujeres en los ’90 – Ctro. Municipal de la Mujer de Vte. López. Bs.As. 1998.

Ruderman, Matilde: “Etica y compromiso social del Psicólogo Clínico”en Salud, Problema y Debate, Año IV No.8 – Bs. As. 1992-93.

 Sartoris, L y Rapella, E: “Condiciones de salud mental de la mujer en   Argentina” (mimeo) Bs. As. 1986.

Videla, Mirta: “Prevención. Intervención psicológica en Salud Comunitaria” -   Ediciones Cinco- Bs. As. 1981.

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